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Valorar el esfuerzo frente al resultado: una lección para la infancia

  • Foto del escritor: Abraham Ramos Viera
    Abraham Ramos Viera
  • 20 ene
  • 3 Min. de lectura

Vivimos en una sociedad que parece obsesionada con los resultados. Desde pequeñas y pequeños, las niñas y los niños crecen en un entorno donde el éxito se mide por una nota, una medalla o un reconocimiento externo. Sin embargo, este enfoque deja de lado un valor fundamental: el esfuerzo. Es el esfuerzo, no los resultados, lo que define el crecimiento personal y construye una autoestima sana y una motivación duradera.

Carl Rogers, uno de los principales exponentes de la psicología humanista, afirmaba que "el ser humano tiene una capacidad innata para crecer, aprender y autorrealizarse, siempre que el entorno le brinde apoyo y reconocimiento". Este principio subraya la importancia de valorar no solo los logros tangibles, sino también el camino recorrido para alcanzarlos. Al centrarnos en el esfuerzo, ayudamos a las niñas y a los niños a desarrollar una visión positiva de sí mismos, fortaleciendo su autoestima y su confianza en sus capacidades.


Grupo de niños y niñas jugando a la carrera de sacos.

Para madres, padres y educadores, es crucial entender que lo que más necesitan las niñas y los niños no es un aplauso por llegar primero, sino un reconocimiento sincero por las ganas, el tiempo y la dedicación que pusieron en cada paso. Este enfoque les enseña a valorar el proceso por encima del destino y a desarrollar una motivación intrínseca que les impulse a superar nuevos retos.


Un ejemplo claro lo vemos en los exámenes escolares. Aunque un niño o una niña estudie con ahínco, factores externos como los nervios, una pregunta especialmente difícil o un mal día pueden influir en su resultado. En lugar de centrarnos exclusivamente en la nota, es vital reconocer su esfuerzo. Este gesto refuerza su confianza, les ayuda a percibirse como capaces y les enseña que el aprendizaje no se limita a un examen, sino que forma parte de un proceso continuo.


Desde la psicología humanista, se destaca que el ser humano busca la autorrealización: alcanzar su máximo potencial y ser fiel a sí mismo. Valorar el esfuerzo les enseña a las niñas y los niños que su valía no depende de factores externos, sino de cómo enfrentan los desafíos. Este enfoque también fomenta la resiliencia, ayudándoles a aceptar los errores como parte del aprendizaje, en lugar de temerlos o evitarlos.


Propuestas prácticas para valorar el esfuerzo

1. Reconocer el trabajo realizado: Comentarios como “He visto lo mucho que te has esforzado en esto, eso es lo que importa” refuerzan una autoestima positiva.

2. Fomentar la reflexión: Preguntar: “¿Qué aprendiste durante este proceso?” o “¿Qué fue lo más difícil y cómo lo resolviste?” ayuda a las niñas y los niños a valorar el aprendizaje.

3. Desvincular el valor personal del resultado: Sustituir frases como “Eres el mejor porque ganaste” por “Estoy orgulloso de cómo trabajaste” refuerza su valía intrínseca.

4. Celebrar los avances: Frases como “Hoy lograste concentrarte más tiempo que ayer” animan a seguir intentándolo.

5. Promover la resiliencia frente a los errores: Enseñar que equivocarse es parte del aprendizaje: “No pasa nada por equivocarse, lo importante es seguir intentándolo”.

6. Dar ejemplo como personas adultas: Compartir experiencias propias muestra a las niñas y a los niños que el esfuerzo siempre es valioso.


En una sociedad que valora tanto el resultado inmediato, es nuestra responsabilidad enseñarles que el verdadero éxito está en el camino recorrido, no solo en la meta alcanzada. Como dijo Carl Rogers, "el buen aprendizaje ocurre cuando el estudiante siente que su esfuerzo es valioso y relevante". Al valorar el esfuerzo, estamos construyendo personas más plenas, resilientes y motivadas para afrontar los desafíos de la vida.


Grupo de niños y niñas corriendo en la naturaleza

 
 
 

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