top of page

El derecho a parar, aunque seas Presidente

  • Foto del escritor: Abraham Ramos Viera
    Abraham Ramos Viera
  • 25 abr 2024
  • 3 Min. de lectura

En los últimos tiempos, y afortunadamente, oímos hablar cada vez más de un enfoque de salud que incluye aspectos físicos, psicológicos y sociales, esto ha posibilitado poner sobre la mesa y a la luz de la opinión pública un amplio espectro de malestares con los que antes se frivolizaba. Sin embargo, más allá de la teoría y de esta nueva ola por sensibilizar sobre una realidad que muchos viven en silencio, nos damos cuenta de que, en la práctica, aún queda mucho por hacer.

En un plano teórico podemos conocer e identificar sintomatología y malestares que van más allá de lo físico, pero en la práctica, nos cuesta entender que una persona necesite parar porque se encuentra en una situación de sufrimiento mental inasumible. Es justo en ese momento, en el que, en vez de hacer uso de la empatía, que a mi entender es una de las cualidades humanas más asombrosas y valiosas, nos lanzamos al juicio, la burla y la crítica. De esta forma, es lógico entender que las personas transiten en estos casos por el ostracismo, la vergüenza y la culpa, siendo una opción que poco ayuda a su recuperación.  

“¿Por qué tiene el show que seguir?’” se pregunta Nacha Guevara en su versión en español de la canción original escrita por Noël Coward, y agrega “no creo que sea razonable”, estoy totalmente de acuerdo; quizás hemos romantizado en exceso aquel “The Show must go on”, ese himno imperecedero de Queen. Pero seamos serios, la vida es aquello que pasa tras las bambalinas del teatro público en el que todos y todas, con nuestras máscaras e imposturas, desarrollamos nuestras vidas.

Ayer, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, la persona, no el político, nos dice con total honestidad que necesita parar y reflexionar porque está sometido al continuo martillero del escarnio público al que nos hemos acostumbrado pero que, en este caso y afectando a su entorno más cercano, le hace preguntarse si realmente merece la pena. La respuesta de la sociedad ha sido la esperada, cada cual ha escupido lo que lleva dentro, unos empatía y comprensión, otros odio y descalificaciones mientras se frotan las manos soñando con la caída, cueste lo que cueste y caiga quien caiga, de su contrincante político.

No voy a esconder mi opción política, de la que me siento orgulloso por esta defensa que el partido socialista hace de los derechos de las minorías silenciadas, de lo más débiles y de lo más oprimidos de la sociedad, siempre echando mano de la empatía y de una idea de país en la que todos y todas cabemos. Pero más allá de la ideología que cada uno tenga y volviendo al tema que motiva mi artículo, hago una invitación a ser capaces de responder con empatía ante los problemas que nos afectan a todos en nuestra esfera privada y humana, aunque se encuentre en las antípodas de nuestra ideología. No es un camino fácil, pero considero que es una opción adecuada para humanizar este mundo cada vez más polarizado en el que vivimos.

Defiendo el derecho a parar de cualquier persona, porque seas quien seas, no eres una entidad aislada y, para que un sistema sea útil y sostenga al individuo, siempre debe tener gente alrededor, en su familia o en su equipo capaz y dispuesto a, circunstancialmente, hacer frente a tus obligaciones. Este enfoque de apoyo y empatía es, para mí, conditio sine qua non en salud mental, te dediques a la política, a la docencia o la limpieza, tengas la edad que tengas y vivas donde vivas.




 
 
 

Comments


© 2024 por Apuntando al norte. 

bottom of page